Donald J. Trump en su discurso sobre política exterior en Washington la semana pasada. 'Sé que en este momento la gente no está segura de cómo sería el Presidente Trump', dijo en una entrevista. 'Pero todo va a estar bien'.
Por PATRICK HEALY / nytimes.com/
Donald J. Trump se ha convertido en el virtual candidato presidencial republicano, pero está muy consciente de que muchas personas en su propio partido —y, para ser honestos, muchos estadounidenses— sienten temor y angustia ante la idea de verlo en la Oficina Oval. Ni siquiera él está tan seguro de cómo se adaptará una nación profundamente dividida a los primeros 100 días del gobierno de Trump.
Sin embargo, lo que sí sabe es lo que quiere hacer en esos primeros meses. En una serie de entrevistas recientes, dio a conocer planes generales que incluyen discusiones sobre el empleo con líderes empresariales, así como el lugar primordial que tendrán generales militares, ejecutivos y posiblemente miembros de su familia para asesorarlo sobre cómo dirigir el país.
Poco después de la elección del 8 de noviembre, el presidente electo Trump y su vicepresidente (muy probablemente un gobernador o congresista) comenzarían a entrevistar a candidatos para la vacante en la Corte Suprema y sin demora optarían por un candidato cortado con la misma tijera que el Juez Antonin Scalia.
Trump lanzaría un ataque atractivo para comenzar a “construir un gobierno basado en relaciones”; tal vez invitaría a los líderes republicanos Paul D. Ryan y Mitch McConnell a huir del frío otoño de Washington y buscaría congraciarse con langostas gigantes y un juego de golf en su mansión Mar-a-Lago.
En su Toma de Protesta, iría a uno o dos “bellos” bailes de gala, pero principalmente concentraría su atención en anular los mandatos ejecutivos de Obama en materia de inmigración y en llamar a ejecutivos corporativos para amenazarlos con tomar medidas disciplinarias si deciden sacar puestos de trabajo de Estados Unidos.
Al término de sus primeros 100 días como el cuadragésimo quinto líder de la nación, se diseñaría el muro de la frontera con México, la prohibición de ingreso a los musulmanes estaría vigente, la auditoría a la Reserva Federal y los planes para derogar la Ley de Cuidados de Salud Asequibles estarían en marcha.
“Sé que en este momento la gente no está segura de cómo sería el Presidente Trump”, dijo. “Pero todo va a estar bien. No estoy contendiendo a la presidencia para que haya inestabilidad en el país”.
The New York Times entrevistó a Trump en tres ocasiones durante los últimos dos meses, la última de las cuales fue el sábado, así como a varios asesores de campaña y confidentes de Trump.
Las posibilidades de que Trump ocupe la Oficina Oval, un resultado que alguna vez resultaba fantasioso, se hicieron menos remotas la noche del martes, cuando la principal competencia de Trump, el Senador Ted Cruz de Texas, abandonó la carrera presidencial y el miércoles el Gobernador John Kasich indicó que también se retiraría.
A pesar de su visión radical sobre cómo reconstruir Estados Unidos y de todos sus discursos escandalosos sobre temas tan pueriles como su anatomía, ni qué decir de las encuestas que lo colocan detrás de Hillary Clinton, el 20 de enero podría convertirse en el político estadounidense más subestimado en asumir la presidencia.
Aunque se muestra algo sorprendido ante su éxito, Trump suena cada vez más como un hombre que cree saber dónde estará dentro de ocho meses y el poder inigualable que tendrá. Ha dicho que convertirá la Oficina Oval en una sala de juntas de mucho empuje, que dará más poder a líderes militares que a especialistas en política exterior en debates sobre seguridad nacional, y además seguirá hablando sin miramientos de sus adversarios. Tal vez publique menos en Twitter, pero de cualquier forma seguiremos al tanto de lo que piensa.
“Como presidente, trabajaré desde el primer día con mi vicepresidente y equipo para dejar claro que Estados Unidos seguirá cambiando radicalmente para bien”, dijo Trump el sábado en una entrevista telefónica. “No podemos perder más tiempo. Quiero un vicepresidente que me ayude a generar un mayor impacto en el Capitolio cuanto antes, para que no haya duda en nuestro país ni en el extranjero del mensaje de que el gobierno de Estados Unidos usará su poder de otra forma”.
Sin embargo, también reconoció que podría enfrentar protestas importantes y continuas, que incluso podría suceder que miles de manifestantes se congreguen en la Explanada Nacional (National Mall), cerca del Capitolio, cuando tome juramento como presidente.
Trump dijo que trataría de unir a los republicanos y a los demócratas insatisfechos, así como a los independientes, en los próximos seis meses antes de la elección de noviembre, y después trabajaría en el cargo para demostrarles a los estadounidenses que su principal interés era luchar por sus necesidades. Argumentó que el hecho de que no haya tenido que depender de donantes acaudalados para financiar su campaña resultaría, a fin de cuentas, atractivo para muchos electores, que se darían cuenta de que a él nadie “lo compró ni le pagó” nada.
“Sé que no a todos les gustará lo que haga, pero no estoy contendiendo a la presidencia para convertirme en el consentido de todos”, expresó Trump. “Las cosas están muy mal en este país. La gente sufre, las empresas sufren. Estoy en la carrera presidencial para actuar rápido y lograr grandes cambios”.
Varios amigos y aliados de Trump dijeron que la palabra que usa con mayor frecuencia para resumir sus primeros 100 días en el cargo es “negociar”. Quiere poner a gente de convicciones férreas (los más citados son ejecutivos de empresa y generales) a cargo de las distintas agencias del gabinete y como miembros de su equipo en posiciones clave, y dirigirlos para negociar acuerdos y planes con líderes del congreso y funcionarios estatales, así como con aseguradoras y otras industrias en el sector privado. Dicen que cumplirá sus promesas o que seguirá en el intento, con plena conciencia de que sus seguidores cortarán su cabeza si no lo hace.
“No va a desviarse ni un ápice de la agenda que ha planteado”, manifestó Roger Stone, asesor y confidente de toda la vida. Stone se negó a dar detalles de sus conversaciones privadas con Trump, y se limitó a decir: “Si ha declarado mil veces ‘Voy a construir un muro’, tiene que construir uno. Ha dicho que desechará los tratados comerciales; sus electores le exigirán que lo haga. Él lo sabe”.
Los Estados Unidos de la era moderna nunca han visto nada parecido a una Administración Trump. Hemos visto a líderes empresariales e incluso figuras del entretenimiento, nuevos en la política, electos como gobernadores, y hasta insurgentes como Newt Gingrich llegaron al poder.
Pero esto es distinto. Trump, un desarrollador inmobiliario de Manhattan y una grandilocuente estrella de reality shows, sería un presidente como ningún otro. No obstante, muchos historiadores sugieren que el país se adaptaría: Trump se vería consumido de inmediato por las tareas apremiantes y habituales de integrar un gabinete, congregar a sus principales asesores y asegurarle a Wall Street y al pueblo que es capaz de gobernar Estados Unidos.
“Trump está prediciendo que podrá hacer todas esas cosas, pero su carga de trabajo sería monumental y su poder estaría muy limitado por la convención, la burocracia y la constitución”, explicó Robert Dallek, un historiador presidencial. “Incluso en lo que respecta al comercio y la inmigración, aspectos en los que Trump afirma que hará cambios revolucionarios, el congreso tiene que emitir su opinión. La opinión de mucha gente cuenta. El presidente no es un rey”.
No obstante, Trump promete en entrevistas que cumplirá sus promesas de campaña, sin importar lo perturbadoras o explosivas que sean.
En su primer día como presidente, dijo, se reuniría con los funcionarios de Seguridad Nacional, generales y entre otros —no mencionó a diplomáticos— para tomar medidas encaminadas a sellar la frontera sur y asignar más agentes de seguridad para su custodia. También convocaría a quienes encabezan compañías como Pfizer, Carrier Corporation, Ford y Nabisco y les advertiría que sus productos tendrían aranceles del 35 por ciento porque están enviando empleos fuera del país. Los demócratas y algunos republicanos han advertido que los mercados financieros reaccionarían mal y que la postura proteccionista de Trump podría sumergir al país en una recesión, pero él insiste en que el comercio está “matando al país” y que “los mercados estarían bien”.
“Los diálogos bilaterales sobre el muro con México iniciarían a la brevedad y también llevaría sin demora a la Oficina Oval a directores ejecutivos”, expresó. “La Oficina Oval sería un lugar increíble para negociar. Exigiría el respeto inmediato de la contraparte, la comprensión inmediata de cuáles son las prioridades de la nación”.
En cuanto a qué líder extranjero convocaría primero al llegar a la presidencia, dijo: “No necesariamente serían una prioridad”.
“Tenemos que adoptar una postura más estricta con los demás países”, dijo Trump. “Ahora actuamos como la policía mundial. Así que no los llamaría de inmediato ni me involucraría aún más”.
Para bien o para mal, contaría con la atención de la nación como no lo ha hecho ningún otro presidente de estos tiempos, y no solo por su inclinación a redecorar con oro y renombrar lugares y edificios con su nombre (que conste aquí que dijo que sus planes de renovación no eran ambiciosos).
“Sus primeros 100 días serían fascinantes”, dijo Ari Fleischer, quien fue secretario de prensa del Presidente George W. Bush.
“La interrogante es si es capaz de aterrizar la retórica candente de su campaña a la tarea seria de construir una presidencia basada en razonamientos lógicos y la creación necesaria de coaliciones”.
Fleischer dijo que era posible que Trump hiciera esos ajustes, dados sus frecuentes comentarios sobre negociar con los demócratas y republicanos para hacer compromisos.
“Ese lado de él me intriga”, dijo Fleischer. “No deja de mencionar lo bien que se lleva con la gente. Es casi como si Trump estuviera jugando a hacerse el listo. Hoy un duro contrincante. Mañana un gran negociador”. Agregó: “Claro está que si gana tendrá cierto nivel de fortaleza y el impulso que acompañan a un mandato. Eso ayudará”.
Trump sí parecía consciente de que sus primeros meses podrían estar destinados a tratar de ganarse la aprobación de su gabinete y tal vez de un nuevo juez de la Corte Suprema, así como de los nombramientos en toda la burocracia.
Ha dejado en claro que no está interesado en delegar esas encomiendas y que quiere asegurarse de que las personas que designe compartan su filosofía para gobernar. Uno de sus asesores más allegados, su hija Ivanka, probablemente se quedaría con su compañía, pero dijo que buscaría los consejos de ella y su marido, el empresario Jared Kushner, e hizo la observación de que miembros de su familia ya han formado parte antes de las administraciones presidenciales.
Incluso puestos que podrían parecer secundarios en el universo de Trump, como un embajador de Estados Unidos para Naciones Unidas, parecen haberle pasado por la mente.
“Pienso en un embajador de la ONU, en un secretario de Defensa y un secretario del Tesoro, pero pienso más en ganar primero”, expresó Trump. “De lo contrario, estaría perdiendo el tiempo. En estos puestos, quiero gente que quiera ganar. La ONU no está haciendo nada para acabar con los grandes conflictos mundiales, así que necesitamos un embajador ganador que realmente sacuda a la ONU”.
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