Sin embargo, reconociendo que la presión internacional no debe provenir únicamente de Estados Unidos, sino que necesariamente debe incluir a la mayoría de los países de la región, Clinton ha prometido utilizar su “liderazgo en Latinoamérica para asegurar que el resto de la región también se una en solidaridad”.
Quizás la particularidad de la candidata del Partido Demócrata es que, como consecuencia de su paso por el Departamento de Estado, conoce en detalle la situación de Venezuela. Desde entonces, Clinton ha seguido de cerca el debilitamiento de la democracia en el país. En su libro Hard Choices (Decisiones difíciles), hizo un recuento de su gestión como Secretario de Estado y escribió que “Chávez era más una irritación que una amenaza real, excepto para sus propios ciudadanos”. En su opinión, “era un dictador auto-engrandecido, que encarnaba la historia negativa que Latinoamérica estaba tratando de superar. Me cuidé de no decir nada que diera una excusa a Chávez para quejarse de un supuesto acoso por parte de Estados Unidos”.
Donald Trump, por su parte, ha mencionado de una forma más limitada a nuestro país. A lo largo de varios eventos durante su campaña, ha utilizado a Venezuela como un ejemplo negativo. Así, ha repetido en varias oportunidades que “si Clinton gana, es tan izquierdosa que nominará a nuevos jueces de la Corte Suprema de Estados Unidos y no tendremos país, terminaremos como Venezuela”, pero en una oportunidad en vez de mencionar a nuestro país, mencionó a Argentina, a pesar de que Mauricio Macri ya había asumido la presidencia. Por ende, no queda claro si se trata de una frase prefabricada o si verdaderamente conoce lo que sucede en Venezuela.
La mención más extensa por parte del candidato republicano fue realizada en un evento en la ciudad de Miami. En medio de su discurso, Trump preguntó a los asistentes: “¿quién tiene familiares o es de Venezuela?”, para inmediatamente manifestar sorprendido “wow, no hay tantos, no hay tantos”. Consciente de dónde estaba, Trump declaró que “hay muchos venezolanos en la ciudad del Doral. Están teniendo problemas de verdad en Venezuela, pero Miami está llena de gente venezolana que trabaja muy duro”. Trump finalizó diciendo que los venezolanos “han sido heridos por el régimen socialista y el próximo presidente debe mostrarse solidario con la gente oprimida en el hemisferio, vamos a apoyar a los oprimidos. En Venezuela hay muchos que anhelan ser liberados, ser ayudados. El sistema es malo pero su gente es grandiosa”.
La próxima política energética de Estados Unidos
Por otro lado, las implicaciones de las elecciones en Estados Unidos en Venezuela no pueden evaluarse sin hacer un breve recuento de las políticas energéticas de ambos candidatos.
Trump ha prometido que “las importaciones de petróleo de Estados Unidos se reducirán a la mitad”, al mismo tiempo que asegura que su país pasará a ser “totalmente independiente de importar petróleo del cártel de la OPEP o cualquier nación hostil a nuestros intereses”. En 2015, Estados Unidos importó aproximadamente 7,3 millones de barriles de crudo diarios, siendo los cinco exportadores más importantes Canadá (40%), Arabia Saudita (11%), Venezuela (9%), México (8%) y Colombia (4%). De esa lista, sólo Arabia Saudita y Venezuela son parte de la OPEP, cuyos países han exportado a Estados Unidos apenas 19.255 barriles de crudo entre febrero y julio de 2016. De esa cifra, Venezuela sólo ha aportado 4.516 barriles de crudo, es decir, el 23,45%. Por ende, la independencia de Estados Unidos del petróleo de la OPEP, en principio, no sería muy difícil de conseguir.
Hillary Clinton, por su parte, aboga por llevar adelante una transición hacia fuentes de energías renovables. Justamente esto es lo que ha estado promoviendo la Administración Obama en los países del Caribe, una iniciativa que podría debilitar en el mediano plazo la importancia de Petrocaribe. La gran promesa de Clinton es la instalación de 500 millones de paneles solares para el año 2020 y la reducción del consumo de petróleo en un tercio para el 2027. Según Trump, “Clinton frenará la producción energética de Estados Unidos para preservar el medio ambiente”, pero la candidata demócrata se ha mostrado a favor de la fracturación hidráulica (fracking) lo que disminuirá progresivamente los costos de perforación en Estados Unidos y, por ende, reducirá la necesidad de que dicho país importe crudo.
Aunque es probable que la exportación de petróleo venezolano a Estados Unidos continúe disminuyendo durante los próximos años, es poco factible que desaparezca en el corto plazo. Gran parte del crudo que se extrae actualmente en ese país es crudo liviano, mientras que el petróleo venezolano se caracteriza por ser en su mayoría pesado. Muchas de las refinerías en la Costa del Golfo de México están diseñadas para procesar el crudo pesado proveniente de Canadá, México y Venezuela. Así que para que dichas refinerías sigan funcionando a plena capacidad, deberán seguir recibiendo crudo pesado o en todo caso renovar su infraestructura, lo que supondría cuantiosas inversiones. En consecuencia, sigue estando en el interés económico de Estados Unidos importar crudo pesado para refinarlo en su territorio.
En cualquier caso, es importante tomar en cuenta que la Administración de Información Energética de Estados Unidos considera que la importación de petróleo en Estados Unidos caerá a cero en el año 2028 o en los próximos cuatros años si los precios del petróleo exceden las expectativas, algo poco probable hoy día. Así que, independientemente del ganador de las elecciones en noviembre, Venezuela está urgida de empezar a reducir su dependencia del petróleo.
¿Quién le conviene más a Venezuela?
Quién finalmente resulte electo como el próximo presidente de Estados Unidos no tendrá el poder, por sí sólo, de ejercer presión para una resolución pacífica de la crisis que vive Venezuela. Independientemente de si es Hillary Clinton o Donald Trump, lo más probable es que, de interesarse en el caso venezolano, el nuevo presidente de Estados Unidos tenga que coordinar y buscar que se concrete un esfuerzo mancomunado de la gran mayoría de los países de la región.
Asimismo, es muy poco probable que Trump o Clinton decidan suspender sus relaciones comerciales con Venezuela, principalmente porque esa medida no está en el interés económico de Estados Unidos. Además, como afectaría directamente a los venezolanos, no habría interés en mostrarse indiferente ante las necesidades básicas de los ciudadanos.
El riesgo es alto de que la elección de Trump traiga como consecuencia que muchos países de la región busquen ignorar a Estados Unidos, en la medida de lo posible. De ser electo, Trump podría también ser utilizado selectivamente por varios gobiernos para tratar de avivar el discurso anti-imperialista, reduciendo las posibilidades de concretar acuerdos en la región. Después de todo, estamos ante un candidato que en 2011 declaró que únicamente apoyaría la invasión a Libia “si Estados Unidos puede quedarse con su petróleo”. Hoy en día está en duda incluso si una Administración Trump exigiría respeto por los derechos humanos a otros países. Finalmente, la elección de Trump podrá debilitar seriamente a organizaciones internacionales como la OEA, pues podría romper el espíritu de coordinación y hasta podría eliminar las importantes contribuciones presupuestarias que realiza Estados Unidos a este tipo de organizaciones.
El gobierno de Estados Unidos, bajo la presidencia de Barack Obama, ha comenzado a caminar en la dirección correcta en sus relaciones con América Latina. Esos pasos lentos, pero certeros, estarán en riesgo el próximo 8 de noviembre. Los ciudadanos estadounidenses tendrán la última palabra. Por el bien del futuro de Venezuela y el resto de Latinoamérica, ojalá no se equivoquen.
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