También estoy muy decepcionado que mis hermanos republicanos hayan elegido en las elecciones primarias a quien posiblemente sea el candidato más peligroso y ofensivo en la historia de Estados Unidos.
Soy republicano, soy cristiano, y soy latino y siento que votar por Clinton o Trump es vender el alma. Literalmente.
Trump insulta a las mujeres, a los latinos, a las personas con capacidades diferentes, a los inmigrantes y a los no-cristianos. Habla de bombardear a todos aquellos a quienes él identifica como enemigos.
Clinton, por su parte, ha visto señalada por escándalos y sus opositores la han acusado de prácticas poco éticas (no nos olvidemos de polémicas como las de Whitewater, el ataque en Benghazi, el uso de una cuenta de correo personal para comunicaciones de seguridad nacional, y sobre todo, las críticas a la Fundación Clinton).
Por un buen tiempo ya, me he preguntado: ¿no existe alguien más a quien podamos dar nuestro voto y nuestra esperanza, que no sea Clinton ni Trump? ¿Existe una opción “C”?
Pues, el día de hoy, he tomado la difícil decisión de apoyar a un candidato diferente al elegido por mi Partido Republicano. Y digo difícil ya que siempre me he alineado con los republicanos.
Estoy empezando a entender que, por lo menos durante esta elección presidencial, ser republicano no significa lo mismo que antes. Como muchos de los líderes del partido (los Bush, George Will, Mitt Romney, Lionel Sosa, Rosario Marín, senadores, congresistas… ¡demasiados para mencionarlos a todos!), pienso que Trump tiene muy poco en común con nosotros y con nuestros principios republicanos.
Seguiré siendo un republicano de aquel gran partido de Lincoln y Reagan, promoviendo las libertades individuales y un gobierno republicano responsable. Continuaré apoyando una política fiscal responsable, bajos impuestos y un gobierno más pequeño, con libre comercio (hasta hace poco, los principios de la plataforma del Partido Republicano).
Continuaré siendo un republicano que apoya la libertad de religión, pero no la discriminación religiosa, y me pondré del lado de quienes apoyan una reforma migratoria inteligente, la cual abre las puertas a los “cansados”, “pobres” y “a las masas que anhelan respirar el aire de la libertad”, como lo declara la Estatua de la Libertad.
No es necesario mencionar que la Convención Nacional Republicana de este año, con Trump como su abanderado, apoyó una plataforma completamente diferente. Por ello, no puedo conservar mi dignidad y mi honor (e inclusive mi lealtad al Partido Republicano) y apoyar al candidato presidencial republicano.
Aunque podría pasar los próximos meses siendo simplemente anti-Trump y anti-Clinton, decidí invertir mi tiempo en hacer algo positivo. Después de mucho leer, rezar y debatir con colegas y familiares, he decidido dar mi apoyo al candidato Libertario, Gary Johnson.
¿Por qué a él? Resumo: las posturas de Johnson incluyen lo que podríamos considerar lo mejor del partido republicano y del partido demócrata.
Por un lado, Johnson es conservador en lo que se refiere a la economía y los temas fiscales: cree en un gobierno pequeño, menos impuestos, menos regulaciones, más comercio, más y mejores empleos. Puede sonar romántico, pero Johnson de verdad cree en los ciudadanos y en su capacidad de superar nuestros problemas económicos.
Él cree que, si logramos quitar al gobierno del camino y alejarlo de nuestros bolsillos, los estadounidenses lograrán grandes éxitos, como siempre lo han hecho. Johnson planea crecer la economía y crear empleos, empezando por permitir que los estadounidenses puedan competir. No le tiene miedo al libre comercio, ni a nivel nacional ni a nivel internacional. “Somos buenos para el comercio” me dijo en una de nuestras conversaciones. Y yo estoy de acuerdo.
Johnson apoya el tener un ejército fuerte y una mayor seguridad para todo el país, pero cree que debe haber mayores restricciones para el presidente para que él (o ella) no pueda ir a guerras sin el consentimiento de los ciudadanos. ¿Realmente era necesario que estuviéramos involucrados en guerras por ya 30 años? ¿Es esto lo que desean los estadounidenses? Yo me lo pregunto y estoy seguro que Johnson también.
Johnson dice que su plan para hacer a Estados Unidos más seguro es intervenir menos en el exterior e invertir más en una poderosa defensa militar. Quiere una política militar que no implique gastar dinero de los ciudadanos en equipo militar que el Pentágono mismo no quiere, para pelear guerras que no hemos declarado y donde los jóvenes estadounidenses mueren, sin haber pedido ni la opinión de la ciudadanía.
Por otro lado, en el escenario social, Johnson es bastante liberal.
Enfatiza que, en lo que respecta a temas de gran debate –incluyendo la legalización de la mariguana y el matrimonio homosexual– los habitantes de cada estado deberían tener mayor poder de decisión. Aunque durante su mandato como Gobernador de Nuevo México aprobó algunas de las leyes más restrictivas del país en relación al aborto, él es lo suficientemente honesto para decir que los presidentes no pueden cambiar leyes (incluyendo las del aborto) sólo el Congreso lo puede hacer. Y los estadounidenses cambian las leyes al elegir a sus representantes dentro del Congreso.
Johnson cree mucho en las libertades individuales. En una era donde la Agencia para la Seguridad Nacional (NSA) aparentemente puede espiarnos a través de nuestras computadoras y celulares, Johnson quiere que el gobierno se mantenga fuera de nuestras recámaras y fuera de nuestras iglesias.
Para los demócratas que tradicionalmente han abogado por mayor tolerancia social, Johnson ofrece la mentalidad de que el gobierno debe mantenerse fuera de las vidas privadas.
En adición, como latino me motiva mucho que Johnson apoye una reforma migratoria comprehensiva.
Propone un alivio migratorio que incluye: revisar los antecedentes de los inmigrantes y refugiados, excluyendo a cualquiera persona con antecedentes criminales; asegurar que todos cuenten con Seguridad Social y que paguen impuestos; y poner a los recién llegados al final de la lista para obtener la ciudadanía.
A eso yo le llamo una reforma migratoria inteligente y compasiva, similar a la que ha sido prometida por el presidente Obama (y por la misma Clinton), pero la cual continúa sin hacerse realidad.
Los libertarios presentan una fórmula admirable: entre el exgobernador Johnson y el exgobernador de Massachusetts, William Weld (R), el dúo cuenta con 16 años de experiencia ejecutiva, exactamente dieciséis años más que Clinton y Trump juntos. Johnson y Weld tienen un record sólido de ser fiscalmente responsables en estados “azules” (demócratas). Ambos recortaron los impuestos y superaron el déficit económico de sus estados.
Esto me lleva a mi próximo argumento, probablemente igual de importante que los argumentos políticos: la naturaleza positiva de la campaña Johnson-Weld.
Johnson y Weld han logrado mantienen un mensaje optimista en un año donde el camino fácil es ser negativo. Ellos confían en los estadounidenses, creen que cuando los ciudadanos se guían por su espíritu y su ingenio, pueden resolver casi cualquier problema. Yo estoy de acuerdo.
He llegado a la conclusión que, efectivamente sí hay una opción “C”, una buena opción en un año que los principales partidos han nominado a dos de los candidatos más rechazados en la historia del país.
Pienso que Johnson es nuestra mejor opción. Y no sólo para los republicanos que se sienten abandonados en la era de Trump. Johnson es la opción “C” para otros grupos que se sienten marginados por esta elección presidencial: los seguidores de Bernie Sanders, los cristianos y los intelectuales.
Johnson no sólo es la opción “C”, es nuestra única opción.
Nota del editor: Juan Hernández es fundador del Centro de Estudios Estados Unidos-México de la Universidad de Texas y autor de The New American Pioneers. Es asesor de campaña y jefe del Consejo Hispano de Gary Johnson, candidato del Partido Libertario a la presidencia de EE.UU. La versión en inglés de esta columna fue publicada en el Washington Post.Twittear |
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